miércoles, 20 de mayo de 2009

Antes de pelearse



Jugando juntos
Cargado originalmente por MaritaCR
Ya me habían advertido que dos machos se peleaban y que dos hembras peor. Que lo ideal era tener un perro y una perra. ¡Qué pavada! Si a los 9 años yo llegué a tener 10 perros en mi propia casa, y jamás tuve problema alguno con ellos. Nunca se peleaban ni nada, al contrario salían por las calles de pedregullo (Villa Rodríguez, San José) todos juntos en bandada corriendo. Jugaban y entraban y salían de la casa sin morderse ni nada.
Pues pareciera que conforme los años pasan, no solo el hombre se vuelve más violento, sino que también en los perros algo ha cambiado.
Yo no planee tener 2 perros juntos.
Bongo vino porque yo estaba muy triste al perder a Danko.
Duque vino porque papá había perdido a Timón.
Y cuando me vine a vivir a la casa de mis padres, bueno... los perritos machos se juntaron.
Al inicio, todo bien. Tenían alrededor de 4 meses cada uno y se hicieron buenos amigos. Para ese entonces, Kity el gato blanco había desaparecido. Una mañana no vino a pedir comida a la ventana de la cocina como siempre...
Bongo era el recién llegado y Duque el dueño de casa. Pronto andaban todo el tiempo juntos, el mío un poco huraño al comienzo, el de papá más dado. Bongo más apegado al humano... mientras Duque lo buscaba a él para correr y pelear por algún juguete, Bongo me buscaba a mí para jugar.
Pero se convirtieron en buenos compañeros y en los primeros meses de vida jugaron mucho juntos.

Mientras fueron cachorros (si es que se consideran cachorros hasta el año y medio, como me dijo el veterinario... y creo que es cierto porque justo a esa edad se enfrentaron) muchos de sus juegos consistían en tomar algo cada uno de un extremo y tironear bien fuerte. El juguete podía ser una cuerda como en este caso, un almohadón, un trapo, un palo.
Cuando uno soltaba el objeto, el ganador volvía y le daba vueltas alrededor, para buscarlo y volver a jugar a las "cinchadas".

Todo un Duque


Cuadro texturado 032
Cargado originalmente por MaritaCR
Mayo está aqui. Los colores se van perdiendo porque el frío está llegando. Los vivos verdes del fondo se van volando con el viento y las flores se despiden hasta una nueva primavera. Los marrones, grises y ocres cubren de fría nostalgia el entorno.
Pero Duque, de pelaje negro y brillante, le da un toque de vida al fondo. Parado con elegancia, con la atención subida hasta las orejas, y la vitalidad de las manzanas que a diario come, se presta a sentarse bajo un tímido sol que apenas entibia el ambiente.

lunes, 18 de mayo de 2009

Bonguito llega a casa

Sus datos:
Fecha nacimiento: 10 de enero de 2007
Nombre completo: Bongo Natal
Madrina: Viviana V.A.
(quien le tiene miedo a los perros, pero como Bongo era tan chiquito se animó a tomarlo en brazos y acariciarlo, lo que la convirtió automáticamente en su madrina, aunque ahora que es grandecito, Viviana le teme un poco y no le gusta mucho cuando Bongo le pone sus juguetes sucios sobre la falda...ja,ja,ja)


Bongo nació en la ciudad de La Paz, Canelones, Uruguay
Su madre se llamaba Natal, por eso el "apellido".
Tuvo muchos hermanitos, cuando fui a elegirlo… él me eligió a mi.

La primer noche lo puse en una caja, sobre un almohadoncito, junto a mi cama. Se despertó cuando yo ya dormía… lo escuché llorar y buscar en la oscuridad. Su madre y hermanitos ya no estaban allí para darle calor.
Encendí la luz, lo vi caminando errante por la habitación, lo tomé en mis manos y lo puse sobre el almohadón. Apagué la luz y lo acaricié hasta que se durmió.
Horas después lloraba y buscaba… vuelta al almohadón y más caricias. Así toda la noche… casi no dormí.

En pocos días ya se había acostumbrado a mi compañía y al interior de la casa. La primera vez que abrí la puerta, miró asustado hacia el patio, que debió parecerle enorme y salvaje, así que se metió enseguida y cerramos la puerta.

La segunda vez, abrí la puerta y se animó a bajar el escaloncito, caminó un poquito, olfateó las plantas más cercanas, y antes de perderse en la “agreste vegetación” volvió corriendo a entrar a la casa.

Las próximas veces, fue tomando valor y fue reconociendo un patio que si bien para mi era pequeño, para él debió ser una especie de parque con muchos árboles. Una de esas veces, antes de entrar se sentó, cuando se volvió a parar le dije: - Sentado... quieto…quieto – y ¡flash! le tomé su primer foto, sentadito y todo.



Conforme fueron pasando los días, se amigó con el patio y lo dejaba unas cuantas horas fuera para que se acostumbrara. Pero de pronto comenzaba a llorar cuando se sentía solo, yo me asomaba por la ventana y le decía: -¿Querés entrar? Upa! - y se paraba en dos patas apoyándose en la pared junto a la ventana para que lo alzara y cuando lo depositaba en el suelo caminaba meneando la colita loco de contento.



Cuando le calentaba la comida, se daba cuenta enseguida y se me metía en las piernas llorando como logo, exigiendo a los gritos. Yo lo asustaba un poquito con la escoba para no pisarlo sin querer. Volvía al rato gritando como desesperado. Vuelta a echarlo con la escoba... hasta que por fin aprendió a esperar sentado su comida.


SUS JUGUETES

Uno de sus juguetes preferidos: las botellas de plástico.

Gruñendo las mordisquea todas... bueno en ese entonces era tan chiquito que las botellas se les escapaban rodando, y como podía las atrapaba y mordisqueaba.




Luego a descansar!. Aqui está todo estirado, parece perrito salchicha...ja,ja,ja

domingo, 17 de mayo de 2009

¿Dónde está la sopita?

Cuando era niña jugaba este juego con mi madre:
Ella tomaba la muñeca de una de mis manos y con un dedo señalaba mi palma volteada hacia arriba, preguntando: - ¿Donde está la carne que dejó el perrito?
Y luego con dos dedos iba "caminando" por mi brazo - Se la llevó el gatito... por acá va... por acá va.... - y cuando llegaba a mi axila me hacía cosquillas con un - ¡Acá está!! -
Los años han pasado, pero...
... la semana pasada (sábado 9 de mayo 2009), luego de varias horas haciendo un puchero de lengua en la parrillera y de haber extraído carne y verduras de la olla, dejamos todo el caldo sobre una mesa del fondo para que se enfriara.
Cuando mi madre se levantó de la siesta, se encontró con la olla vacía (la olla tenía como 4 litros, para hacer sopa los próximos días y no quedaba nada!!!) Pensó que yo lo había puesto en otra olla en la heladera... pero no!
- ¿Donde está el caldo que dejé sobre la mesa? - preguntó
Se la había tomado toda Bongo!!!
Fue facil descubrirlo porque yo había notado que otra fuente que había estado sobre la mesa, ahora estaba en el suelo. Unos bancos estaban cerca de la mesa y por ahi llegó a meter su cabeza en la gran olla. No paró hasta acabarse el rico caldo. Esa tarde, noche y hasta la mañana del día siguiente, mi perro fue una "regadera"
¿Dónde está la sopita? ¡Acá esta!!



Duque, un dificil comienzo

Duque vino a casa de mis padres, con aprox. 2 o 3 meses de vida, allá por febrero de 2007 (pleno verano).
Papá no quería seguir sin perro luego de la muerte de Timón que nos acompañó durante más de 13 años.
Duque era gordito, muy comilón y juguetón. En casa estaba Kity, una gatita blanca que había aparecido en el fondo (que resultó ser gato al final, pero el nombre ya lo tenía). Se hicieron buenos amigos. Ella lo buscaba con manotazos hasta que él la perseguía como loco por todos lados. Finalmente la alcanzaba y se revolcaban en el suelo, en divertida lucha hasta que ella lograba zafarse de un salto y allá salían corriendo como locos otra vez.
Luego se echaban una siesta al sol.




Papá no estaba acostumbrado a cuidar de una mascota. Timón había sido mitad de casa, mitad de la calle porque se le dejaba una puerta con agujero para que saliera por el frente y se rebuscase en la calle, tenía la libertad de salir, de mendigar comida, y por cierto, regresaba con pulgas, garrapatas y muchas veces con heridas de peleas y más. Aunque siempre estuve en desacuerdo con este método de vida para nuestro perro, yo no tenía derechos sobre Timón ya que me había marchado a la Capital a estudiar y trabajar y mi padre mandaba sobre su vida.
Era imposible mantenerlo limpio, menos enseñarle órdenes o bañarlo.
Pero con Duque yo decidí intervenir y enseñarles cuidados a ambos: al perro y a papá.
Aún así, Duque fue sobre alimentado, no se dieron cuenta de que un cachorro no tiene sensación de saciedad y a poco de llegar, el pequeño, tuvo una grave gastroenteritis. Con vómitos, diarrea, decaimiento, una notable baja de peso, y falta de apetito. Yo ya vivía entonces, a pocas cuadras, y un día mi madre me fue a buscar a ver qué hacíamos. Lo tomé y lo llevé a la veterinaria donde estuvo varios días internado, muy grave.
- Me lo trajeron en las últimas - fueron las palabras del veterinario. Duque estaba flaco y deshidratado; le tuvieron que poner suero, dejarlo en una jaulita donde se le suministraban montones de medicamentos, para que no vomitara, para detener la diarrea, para atacar virus, etc, etc... Cuando regresó a casa no era ni la mitad del cachorro gordo y juguetón que había sido. Tuvo que volver a aprender a caminar, porque se había descalcificado. Muchas veces marché con él en brazos a la veterinaria para que le suministrara calmantes porque le dolían los huesos, no podía ni rascarse, yo lo hacía por él. Aveces le acariciaba suavemente la cabeza y eso ya le hacía gemir de dolor. Fueron largas semanas, a mi padre se le pasó por la mente, pegarle un tiro "para que dejara de sufrir". Por supuesto que le saqué esas raras ideas de la cabeza.


AMIGOS EN LAS BUENAS Y EN LAS MALAS

Duque no caminó por mucho tiempo, porque estaba tan descalcificado que el solo movimiento de cualquier parte del cuerpo le dolía. Luego, tanto tiempo sin moverse, hizo que perdiera tono muscular, así que pasaba las horas echado sobre un almohadón junto a la estufa a leña. Kity lo buscaba para jugar y pelear, pero al ver que el cachorro ni se movía, se quedaba mirándolo extrañado, luego se iba desilucionado.

Un día, ya a fines del invierno, el sol asomó radiante.... Duque tomó valor y se largó a caminar. El paso era más lento que el de una tortuga, su caminar sumamente rígido, como si nosotros caminásemos sin poder doblar las rodillas. Aún así, recorrió el comedor, pasó por la cocina y salió al patio. Caminó varios metros hasta llegar al fondo y echarse sobre el pasto donde el sol alejaba el frío invernal.
Kity fue hasta el fondo, lo miró y como viejo amigo de juegos, se echó junto a él y así permaneció en fiel compañía durante mucho rato.




CHUCU-CHUCU A TODO VAPOR


Muy de a poco, Duque fue juntando fuerzas para salir de la casa cuando el sol caldeaba el ambiente y regresaba luego de varias horas de estar echado sobre el pasto. Ida y regreso eran un triunfo, porque caminaba lento y con mucho esfuerzo. Las patas de atrás, descalcificadas y sin musculatura, eran las más perjudicadas. El veterinario nos advirtió que podía recuperarse parcialmente o quedar inválido de sus patitas traseras.

Tan rígido caminaba que si le llamábamos no podía girar su cabeza y giraba todo su cuerpo para ponerse frente a nosotros. Echarse era otro sacrificio, porque no podía casi doblar las patas y giraba varias veces alrededor del lugar escogido antes de acostarse. A veces, no le daban las fuerzas para tantos metros y descansaba un buen rato en cada pieza antes de llegar hasta la estufa a leña del comedor. Por tal motivo le pusimos almohadones por todas partes. Debajo de la mesa de la cocina, un almohadón por si hacía parada ahi, debajo de otra mesa de mi dormitorio otro almohadón por si entraba por el otro lado de la casa, y otro junto a la estufa para su estación terminal. Le puse un apodo: "chucu-chucu" porque parecía un trencito duro, que seguía fijo una vía sin poder voltear. Mamá se disgustó por el apodo, otros se sonrieron.







Pero ya llegada la primavera Chucu-chucu iba asombrándonos con sus avances y cada día caminaba más y mejor.

Cuando por fin entró a la veterinaria y podía correr, el veterinario quedó sonriente y asombrado. Chucu-chucu aún tenía las patas traseras con poca fuerza muscular, aún así daba pequeños brincos de alegría en las baldosas resbalosas de la veterinaria. Estaba mucho mejor.
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