martes, 2 de agosto de 2011

Malevo - Canil 29

Malevo llegó al refugio por comportamiento agresivo. Dicen que la misma dueña lo entregó, ya que mordía a todo el mundo, no podían con él.
Cuando llegué a la protectora allá por agosto 2010, vi que en el frente había un Canil con carteles de advertencia de “no tocar”. Con las semanas observaba que allí estaba encerrado un perro muy agresivo, que nadie se animaba siquiera a acariciar a través de las rejas.
Era tan bravo que en la última jornada de vacunación, él quedo sin vacunar porque el veterinario no se animo a entrar al canil. Para alimentarlo, el encargado entraba con la comida por delante, empujaba el portón, dejaba el alimento y salía enseguida.
Malevo arrastraba una larga cadena, que cada tanto se enredaba en las mantas que tenía en la cucha…




Mientras paseábamos al resto de los perros de la protectora, Malevo quedaba siempre encerrado en su canil, ladrando y ladrando. Desde los primeros tiempos que comencé a ir a la protectora, me llamó la atención este perro agresivo. Y como siempre llevo galletitas de perro en mi riñonera, siempre pasaba por su canil y a través de las rejas le entregaba algunas.
Al principio ni las quería agarrar, solo ladraba agresivo y medio a lo bruto las tomaba y masticaba. Luego seguía ladrando a cuanto animal y persona pasara cerca de su encierro.
Pero conforme los meses pasaban, Malevo ya me conocía y tomaba enseguida las galletitas que le ofrecía. Igualmente teníamos prohibido abrir ese canil, vi a la jefa de voluntarias un día acariciarlo a través de las rejas, se dejaba unos segundos y luego largaba un tarascón. No era para nada confiable.


La mayoría de los perros van cambiando de canil, para que no se aburran en el mismo, para que tengan otra vista, para reacomodarlos con otros compañeros cuando algunos son adoptados, etc. Malevo nunca compartió canil con otro perro, ni tampoco nunca cambió de lugar… el suyo siempre fue: el canil 29.
Pasados los primeros meses del 2011, lo castraron. No sé ni cómo lo sacaron del canil, pero cuando lo vi, ya tenía el collar isabelino puesto. Con la castración tal vez disminuyera un poco el nivel de agresividad.
El 14 de mayo de 2011, se realizó una jornada especial de limpieza. Se contrataron varios hombres para realizar limpieza profunda en cada canil, desde barrer, mover pesadas cuchas, lavar, cortar pasto, etc. Para esto los voluntarios teníamos que sacar a pasear a todos los perros, ya que mientras limpiaban no podían tener los perros dentro de los caniles.
Nadie sabía qué pasaría con Malevo… y uno de los hombres de la limpieza, que gustaba mucho de los caballos y tareas del campo, entró al canil, tomó la cadena y se la entregó a otra voluntaria… Y ella salió con él caminando por el campo.



Malevo pisaba el pasto luego de más de un año de encierro. Posiblemente haya estado año y medio encerrado en un canil pequeño, con piso de cemento, sin que nadie se animara a sacarlo de allí nunca.




Es un perro bravo, con carácter, él solo caminaba, olfateaba el pasto… No es de los que se pueden acariciar. Quien lo sacó a pasear siempre mantuvo su distancia. Fue marcando cada yuyo alto que encontraba.  




Yo me acerqué en una oportunidad y le entregué una galletita, por fin se la ofrecía sin las rejas de por medio. Malevo abrió su boca y engulló mi mano entera.  – No, Malevo! – rezongué quitando la mano con la galletita. – Despacio. -  y volví a ofrecérsela y la tomó con cuidado.






Semanas después, fui tempranito con una amiga voluntaria y le pedí que me acompañara.. Deseaba entrar a ese canil y sacarlo a pasear. Aunque temía un poco su reacción, sabía que él me reconocía como quien durante casi un año, le daba galletitas todos los sábados. Eso debió haber servido para algo. De todos modos entré con guantes gruesos por las dudas…




Entré al canil y tomé la cadena… estaba enredada a una manta, Malevo deseaba salir corriendo. 




Corté la manta enredada. Salió deseoso de caminar por el campo, marcando cada yuyo alto que encontraba. 




Corté la manta enredada. Salió deseoso de correr por el campo.






. Me resultó fascinante observarlo, tan independiente, tan en lo suyo.




Quise ir más allá y saqué una de mis galletitas, La tomó de buen grado y la comió.



Logré acariciarlo un poco.




 Me fascinó caminar bajo los pinos con Malevo.



Luego llegamos hasta la laguna, dimos un gran recorrido. Fue una jornada especial. Él necesita tiempo para confiar, para escuchar y respetar. Eso es lo bueno, es un reto para quienes gustamos de ganar el cariño de estos fabulosos animales.







Hace mucho que Malevo está en la protectora de animales, sin que nadie se animara a sacarlo a pasear, ahora aprendió a portarse bien porque sabe que salir es algo bueno. Cada perro tiene su idiosincrasia, algunos tienen sus traumas, su carácter… pero todos, todos, tienen derecho a que se les dé una segunda oportunidad.



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